Jamoncillos de Leche: Receta Fácil y Adictiva

¿Recuerdas ese momento mágico de la infancia? Cuando te daban unas monedas para ir a la tienda y, entre todas las opciones, tus ojos (y tu antojo) se iban directo a esos dulces de leche suaves y azucarados. Yo también lo recuerdo. Para mí, los jamoncillos eran casi un objeto de culto, un pequeño lujo que me alegraba el día. Siempre pensé que hacerlos era cosa de artesanos con secretos ancestrales, pero ¿sabes qué? El único secreto es tener un poco de paciencia y un buen brazo para menear.

Por cierto, ¿sabías que este tipo de dulces son una herencia de la cocina conventual del virreinato? Las monjas eran expertas en crear manjares con ingredientes tan básicos como la leche y el azúcar, ¡bendita sea su paciencia y su buen gusto! Hoy, vamos a replicar esa magia en tu propia cocina. Prepárate para crear un dulce que no solo está delicioso, sino que te transportará directamente a esos días felices.

Ingredientes:

  • 1 litro de leche entera (¡No se te ocurra usar light! Aquí queremos toda la grasa y el sabor).
  • 500 g de azúcar blanca.
  • 3 cucharaditas de extracto de vainilla de buena calidad.
  • 1 pizca de sal (este es mi toque, ayuda a balancear tanto dulce).
  • Nueces pecanas o de Castilla, las que tu corazón dicte (y son opcionales, pero muy recomendables).

Procedimiento:

  1. El Inicio del Encantamiento: Busca una olla de fondo grueso. Esto no es negociable, a menos que te guste el sabor a leche quemada y raspar pegotes por horas. Vierte ahí la leche, el azúcar, la vainilla y la pizca de sal. Con una cuchara de madera o una pala de silicón, revuelve a fuego medio hasta que el azúcar se disuelva por completo. Asegúrate de que no quede ni un grano, esos son los futuros traidores que querrán pegarse.
  2. La Prueba de Fuego (Literal): Sube el fuego a medio-alto. En los primeros 10 minutos, mientras la mezcla empieza a calentarse, puedes darte el lujo de revolver solo de vez en cuando. Pero en cuanto suelte el primer hervor, se acabó el descanso. Baja el fuego a medio y ahora sí, empieza el verdadero trabajo. Tienes que remover constantemente.

Lo que estás haciendo se llama “reacción de Maillard”. No, no es un hechizo, es ciencia. El calor está transformando las proteínas y los azúcares de la leche, dándole ese color doradito y ese sabor a caramelo tan característico. ¡Estás haciendo ciencia y ni cuenta te habías dado!

  1. El Test de la Paciencia: Después de unos 20-25 minutos de ejercicio cardiovascular con la cuchara, la mezcla empezará a espesar y a tomar un color café con leche muy apetitoso. La señal definitiva de que está casi lista es cuando, al pasar la cuchara por el fondo, puedes ver el fondo de la olla por uno o dos segundos antes de que el dulce vuelva a cubrirlo. Las burbujas se harán más grandes y lentas, como si estuvieran bostezando. ¡Ya casi lo tienes!

En muchas regiones de México, la receta original se hace con leche “bronca” o cruda, que tiene más grasa y un sabor más intenso. Pero no te preocupes, con una buena leche entera comercial, como la que estamos usando, el resultado es espectacular y mucho más seguro.

  1. El Arte Final: Retira la olla del fuego. Aquí tienes dos caminos: el tradicional, que es batir la mezcla fuera del fuego con la pala hasta que pierda el brillo y se vuelva opaca y manejable. O el camino de los que tenemos cosas que hacer: vierte la mezcla en un recipiente o charola de vidrio y deja que se enfríe y se temple por un par de horas a temperatura ambiente.
  2. A Ensuciarse las Manos: Una vez que la pasta de dulce esté tibia y tenga una consistencia de plastilina suave, ¡es hora de jugar! Lávate bien las manos. Si la mezcla se te pega, humedécelas ligeramente con agua. Forma bolitas, rectángulos, rombos, o lo que se te antoje. Si usas nueces, presiónalas en el centro o por encima. Déjalos secar sobre papel encerado y ¡listo! Has creado un pedacito de felicidad.

Tips y Consejos de tu Chef de Confianza:

  • ¿Por qué la olla de fondo grueso? Simple: distribuye el calor de manera uniforme y evita que la leche se queme en puntos específicos, lo que arruinaría el sabor y la textura de tu dulce. Es la mejor inversión contra el fracaso.
  • ¿Se te pasó de cocción y quedó como piedra? ¡No lo tires! Tiene arreglo. Regrésalo a la olla con una o dos cucharadas de leche tibia a fuego muy bajo y bate vigorosamente hasta que se suavice.
  • Variaciones de Sabor: La vainilla es la clásica, pero no la única. Prueba añadir una ramita de canela a la leche al principio (y la retiras antes de que espese), o la ralladura de una naranja. Si te sientes exótico, una pizca de cardamomo molido le da un toque increíble.
  • Técnica de Batido Post-Cocción: Aunque el enfriado en charola es práctico, el batido manual fuera del fuego (el método tradicional) produce una “cristalización” del azúcar más fina, resultando en una textura que se deshace más en la boca, menos ” chiclosa”.
  • El Poder del Bicarbonato: Una pizca (1/8 de cucharadita) de bicarbonato de sodio añadida con la leche ayuda a dos cosas: neutraliza la acidez de la leche, previniendo que se corte, y acelera la reacción de Maillard, logrando un color más oscuro y un sabor más complejo en menos tiempo.

Ingeniero civil de profesión, pero amante de la naturaleza y la buena comida. Desde niño me ha emocionado observar las plantas, animales y hongos. Me encanta aprender nuevas cosas sobre el mundo que nos rodea, por lo que he decidido compartir mis observaciones y conocimientos a través de este medio.

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